lunes, 3 de agosto de 2009

Sobre la Discriminación....por Ps. Cristina Garré.





Cuentan nuestras abuelas que hace años atrás la presencia de un miembro de la familia que tuviera un funcionamiento diferente a la norma era un secreto. Así por ejemplo era posible que un joven con capacidad intelectual disminuída o alguna peculiaridad en su apariencia física viviera encerrado en su habitación, especialmente cuando llegaban visitas, negándosele el derecho a una vida libre de acuerdo a sus capacidades. Y si se trataba de una familia de muchos recursos económicos, es probable que ese mismo joven fuera internado en una institución, lejos de la ciudad, donde se le enviaba dinero y poco se le visitaba. Tal vez este ocultamiento, muestra de la vergüenza que generaba tener un “enfermo” en la familia, tenga que ver con la antigua creencia de estar frente a un castigo del destino o de Dios, que sería la consecuencia de algún pecado en la generación actual o pasada de la familia. Por eso había que ocultarlo.

Hoy sabemos que en este mundo hay lugar para todos, y que las capacidades humanas son tantas, que si alguna de ellas está dañada, hay muchas otras conservadas o incluso sobredesarrolladas para compensar lo anterior. Y que tener alguna capacidad menos desarrollada que otra no es un castigo ni una evidencia de pecado, ni nada de lo que debamos avergonzarnos. Y también sabemos que las personas que tienen alguna diferencia respecto a la mayoría pueden integrarse plenamente a la sociedad, en la medida en que cuenten con el apoyo de su entorno.

Para una familia con un integrante que no se ajusta a la norma, la vida cotidiana se vuelve un desafío. Se aprende cada día algo nuevo, se pone a prueba la fe, la esperanza, la fortaleza… se persevera, se lucha, se avanza, se retrocede… Cada familia a su manera, va creando día a día un espacio para que este hijo, hermano, tío, o aún vecino o amigo, pueda desarrollarse como persona e integrarse como ciudadano. En algunos casos hay que adaptar espacios físicos en casa, en otros recurrir a permanentes terapias o complejos tratamientos o dietas. Todo el esfuerzo y toda la energía se entregan permanentemente, a veces con más entusiasmo, a veces heridos por el cansancio.

Y entonces… aparece el otro desafío: salir al mundo. Tal vez empezar la escuela, o intentar hacer amigos. O buscar un trabajo. Y fuera del círculo íntimo de apoyo, se encuentran las actitudes más variadas. Afortunadamente muchos tienen la buena voluntad suficiente para ser flexibles, interesarse, incluso aprender para poder ser un apoyo en la integración social. Pero lamentablemente está también la otra cara de la moneda: la intolerancia, el rechazo, la discriminación. El exigir que el niño, la niña, el adolescente, o el adulto, responda de igual manera que el resto para tener derecho a pertenecer al grupo, y si no puede… ¡pues que vaya a otro lado! Que su familia se las arregle. Y la familia, que vaya si se las ha arreglado todo el tiempo, recibe el golpe más bajo de su historia. La discriminación es mil veces más limitante que un problema físico o intelectual. Y más dolorosa. Duele la impotencia ante esta forma de maltrato, de menoscabo, de soberbia humillante, y duele sobre todo porque, a diferencia de la “discapacidad”, la discriminación es evitable. La familia se pregunta dónde están los valores de la persona que –a título individual o a nombre de una institución- pretende negar el derecho de su ser querido a integrarse al mundo social, laboral o educacional. Rabia, amargura, angustia, impotencia, desilusión… todo se mezcla y dan ganas de gritar hasta que la garganta no resista y todos se enteren de lo injusto e inaceptable que está sucediendo.

Pero él, o ella, nuestro hijo, hermano, tío, primo, sobrino, nieto, ahijado… él o ella está allí, y nos sigue necesitando. Y necesita que nuestra energía siga invertida en hacer cada día que su vida sea mejor. Lo demás no vale la pena, al menos para alguien en forma aislada. Por eso es importante hacer fuerza entre varios, asociarse, formar agrupaciones de padres, familiares y profesionales dispuestos a dar su apoyo, y desde allí hacer conciencia en el entorno para que cada vez sean menos los que vivan la discriminación.

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